El emprendimiento tecnológico en Chile todavía apesta y esta es la razón

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El emprendimiento tecnológico en Chile todavía apesta y esta es la razón

Hace más de 7 años que de alguno u otro modo he estado involucrado en la escena emprendedora chilena, en mayor o menor medida, y aunque en ella hay mucha gente increíble y valiosa, lo cierto es que particularmente en Chile está llena de mierda, y son la causa principal de por qué el foco emprendedor que se supone tendríamos aquí, no termina de despegar por más incubadoras que se instalen.

Repito, hay muchísimos proyectos buenos, iniciativas valiosas y útiles (como Start-Up Chile o Wayra, por ejemplo) y gente que está haciendo muy muy bien las cosas, pero hoy en día existen tres piedras en el zapato que mientras no seamos capaces de aceptarlas y lidiar con ellas, el asunto nunca arrancará. De hecho, este post lo lanzo porque este fin de semana tuve una actualización de status con mucha gente de este mundo y me di cuenta de los tres patrones que se repiteny que llevan a los proyectos directo al fracaso. Aquí vamos.

Mucho entusiasmo, poco trabajo

La gente “entusiasta de algo” siempre me ha molestado. Es esa clase de gente que está metida en todo –bien piérdete una– y en el mundo emprendimiento se visualiza como aquel que está absolutamente en todos los eventos, charlas, y workshops. Muchas veces incluso da charlas sobre emprendimiento incluso sin haberle empatado a nadie, pero claro, su mérito es el pivoteo número 10 de su proyecto que hasta ahora no es más que un video y un landing page.

Esa gente es bullshit porque escupe ideas (muchas veces sin sentido) creyendo que todo lo que sale de su boca son ideas de un millón de dólares. Peor aún, cuando las lleva a cabo, te topas con que sus habilidades empresariales o de gestión de negocios/equipo son bastante dudosas.

FAQ-MAC tiene una parábola bastante buena sobre este asunto:

Dos hombres llegaron a la puerta de una nave industrial en busca de trabajo. Tras hablar con el encargado, les señaló dos montones de cajas y dos camiones. “Si cargáis los montones os daré 200 euros a cada uno”, dijo el encargado.

Este es el inicio de lo que podría ser una empresa importante” pensó el primer hombre y sacó su móvil, para calcular el tiempo que necesitaría cargar cada caja y ver las proyecciones de futuro que podría tener el negocio. A continuación, pensó que quizás sería una buena idea buscar un nombre llamativo para el proyecto, que luego se convertiría en el nombre de la empresa. Incluso pensó que quizás debería buscar cierto capital para estructurar el proceso: una oficina, cierto personal que se encargara del marketing y de la contabilidad… “aunque esto se podría solucionar con un coworking activo, lo que me permitiría usar una aceleradora de empresas…”. Mientras seguía consultando su móvil, solicitó ayuda vía redes sociales a varios gurús del emprendimiento sobre cómo debía afrontar la situación y cuales serían las ventajas a medio y largo plazo… incluso reservó el nombre del dominio de la empresa.

Cuando se dio la vuelta, no había ninguna caja.

Rápidamente se dirigió al encargado preguntando qué había pasado: “Pues el otro chico cargó el camión y como aún no habías movido ninguna caja, preguntó si podía hacer el porte. Como ya le había pagado, se pasó a la nave de los vecinos, les alquiló la transpaleta por 20 euros y hace veinte minutos que se ha ido. Con tu dinero”.

Developers: faltan reales, sobran chantas

Los desarrolladores en Chile están totalmente OVERRATED.

Resulta que nuestras universidades se han encargado de generar durante décadas en sus aulas no desarrolladores (no, eso es muy rasca para ellos) sino “diseñadores de software”. Gente súper cool que te dice con orgullo “no weón, yo no te programo, yo diseño software. Por ejemplo hice toda la arquitectura del sitio del banco X”. Todo eso en mi cerebro se traduce en “soy el culpable de la mierda de página que tiene tu banco y estoy orgulloso por eso”.

Eso sólo por un lado. Ahora vamos a los verdaderos developers, y aquí la cosa no mejora mucho.

En primer lugar, hay tan pocos, que ellos al final del día cobran LO QUE QUIEREN, y peor aún, sienten que te están haciendo un favor, porque siempre están a un paso de irse a Silicon Valley, siempre tienen ofertas de Google, siempre hay algo más importante que el puto proyecto por el que le estás pagando. Hay otros developers que te dicen que la plata no les importa tanto y que les encanta tu emprendimiento y te piden equity y cosas así, pues lo que le estás pagando por el desarrollo de lo que te está haciendo es más bien simbólico. ¿Pero sabes qué? A este tarado se acerca otro startup que le ofrece dos pesos más, un uno por ciento más de la compañía y no dudará en mandarte un whatsapp luego de desaparecer tres días para simplemente decir que se siente desmotivado y que el proyecto en general está moviéndose en una dirección con la que no se siente satisfecho, así que renuncia.

A la semana saldrá en la foto del equipo de un proyecto de tu competencia, eso tenlo por seguro.

Los developers que logran llegar más lejos con tu proyecto, generalmente llegarán a algo aparentemente así como el 90% y de pronto desaparecerá, entonces tú contratas a otro, que a esta altura será siempre recomendado porque no le falló a algún amigo de confianza, y ese otro llega con una linda sorpresa: “el código del fulanito anterior es una mierda, así que haremos todo de nuevo”. Tú respondes que procuraste pedirle a tu desarrollador que use algún framework famoso como Ruby on Rails, muchos estándares y tal, pero eso le da lo mismo, siempre el trabajo del developer anterior es una mierda y la misión del nuevo es hacérselo mierda preguntando millones de tecnicismos acerca de la metodología de trabajo, códigos y modelos de dato anterior . En fin, no te molestes en odiar a tu developer viejo, porque este te hará exactamente lo mismo. Llegado el 80% o 90% desaparece. Se marcha a la próxima empresa que promete destronar a Google, o simplemente dilata tanto el proyecto que tú ya te sientes una basura porque no tienes listo tu MVP y ya sabes todo lo que está mal de tu idea en general y simplemente necesitas pivotear.

Qué pena tu vida.

(Y lo peor es que ya te gastaste 15 millones en algo que no te sirve absolutamente para nada).

Una cosa de sentido común

Algo bueno de estudiar Ingeniería Comercial (nombre que se le da en Chile a la carrera de Administración y Finanzas) es que sales relativamente bien preparado para manejar empresas, lo que sumado a un espíritu emprendedor, puede dar frutos realmente buenos. Lamentablemente, la gente ingeniera generalmente es bastante cuadrada y no es raro toparse con emprendedores que tienen el equipo y capital financiero para llevar a cabo su proyecto, pero son ellos el problema, pues carecen de algo tan fundamental como el sentido común.

El ingeniero carente de sentido común generalmente contrata diseñadores pirujas porque no es capaz de valorar el buen diseño (menos el buen gusto) y termina haciendo –por ejemplo– aplicaciones tan horripilantes e inútiles como Happy Shop (QEPD). También suelen tener proyectos que son la copia pobre de alguna startup o incluso (y este es el momento en el que te da rabia su falta de sentido común) logran desarrollar alguna tecnología o aplicación que está súper bien hecha (a pesar de lo “feo” que pueda ser) y es útil, pero la aplica en un mercado donde es absolutamente inútil.

HappyShop

Este caso es de los más frustrantes porque ves que tienen todo ahí, sobre la cocina, para llegar y cocinarlo, pero te topas con una verdadera muralla. El proyecto del ingeniero será rediseñado dos, tres veces, y pareciera que siempre empeora. Al final el pobre se queda sin plata y termina volviendo a la gerencia de un retail parecido al de donde salió antes deemprender.

Moraleja general: en Chile nos hace falta hablar menos, trabajar más, nos faltan developers, diseñadores y por sobre todo, gente que tenga sentido común para mezclar todo lo anterior.

Fuente: Francisco Ávila en Pousta / Foto de portada de @cdevers

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